Susana Solís Esquinca /F&S
Mal hace el gobierno desestimar la marcha del 15 de noviembre donde miles de jóvenes salieron a marchar por primera vez y donde se sumaron adultos y hasta adultos mayores; quizá los que siempre marchan, pero nadie puede decir que no hubo jóvenes a quienes se les intenta desacreditar bajo el argumento que más les incomoda: creer que son apáticos, apolíticos y banales.
El temor visible del gobierno federal reside en que esta generación, nacida entre 1996 y 2010 suman más de 30 millones que hoy tienen un rango de edad de 15 a 29 años y constituyen el 23 por ciento de la población total de México; un segmento apetecible para todos los partidos políticos, que con viejas prácticas tratan de coptarlos y atraerlos a su propia causa.
Ellos mismos dejaron en claro que no creen en derecha ni izquierda, ni en los partidos políticos -quizá por eso el homicidio de Carlos Manzo caló hondo, porque era una autoridad independiente-.
-Mejores preparados que sus padres
La generación Z, según varios estudios, está mejor preparada que sus padres, no rechazan la meritocracia y aspiran a tener un mejor nivel de vida, tienen mayores habilidades y competencias digitales; sin embargo, enfrentan lo que ninguna generación había vivido como es la violencia, la impunidad y sobre todo la precariedad. ¿De qué sirve que tengan licenciatura, maestría o doctorado si los trabajos ofrecen sueldos bajos, no cuentan con prestaciones sociales, comprar una casa o aspirar una jubilación es un sueño prácticamente imposible?
Según lo que expresan los jóvenes y lo confirman varios estudios, es que la Gen Z vive entre la desconfianza y la incertidumbre. Quieren confiar, pero sospechan del establishment; y la violencia que sufren está en el fondo de esa incertidumbre. Este sector no es apático sino se formó en el desasosiego.
-Escuchar a los jóvenes
Esta generación es muy diferente y distante como jamás había ocurrido. La brecha comunicacional entre generaciones anteriores y ésta, es amplia. Los Z se comunican de otra manera, más digital, visual o auditiva; tienen sus propios códigos y propio lenguaje que no compartirán con las edades viejas, por eso es importante escucharlos, no desacreditarlos o denostarlos.
Estos jóvenes ya no creen ni quieren la manera en que hemos construido el país, no les satisface ni responden a sus necesidades, urgen nuevos modelos, quieren un verdadero cambio, pero todavía no logran articularlo -y no lo logramos tampoco las viejas generaciones-, ¿Qué país necesitamos, qué rumbo deberíamos seguir sin ideologías maniqueas, sin divisiones?
El oficialismo se equivoca si insiste en denostar a esta generación porque eso es combustible para que el descontento crezca y entonces si “amarren al tigre”.
That’s All.



