Jesús Manuel Hidalgo Pérez / F&S
Después que la dignidad guerrera de los Mankeme de Chiapa y los Mayas Tsotsiles de Chamula evitaron la conquista europea en 1521 dirigida por Luis Marín, Hernán Cortés ordenó una nueva expedición dirigida por Diego de Mazariegos, viniendo desde Coatzacoalcos, a quien se le unieron los que habían consumado la masacre de Quetzaltenango en contra de los legendarios Mayas Quichés de Guatemala como Tecun Umán. Los mensajeros del naciente Sistema-Mundo Capitalista eran encabezados por Pedro de Portocarrero, subordinado del sanguinario Pedro de Alvarado.
Unidos en el despliegue avasallador, se ensañaron de forma especial con los llamados por ellos Indios Chiapa –de la lengua Mankeme, derivada del Náhuatl- que controlaban las tierras más fértiles de la Cuenca del Río Grande y de los valles centrales -desde Acala hasta la orilla de la Sierra Madre.
La resistencia al abusivo cobro de impuestos del Encomendero Baltazar Guerra en 1531 llegó hasta las peñas de mil metros de altura del Cañón del Sumidero, donde reconoce el cronista Bernal Díaz del Castillo que sólo la gran pericia y valentía de este pueblo originario -ya mermado, en 1534- fue capaz de resistir la enorme desventaja en armamentos, en la batalla de Tepetchía.
Al mismo tiempo, asienta la primera mentira colonial de estos sucesos al suponer que preferían lanzarse al vacío para caer muertos en las profundas aguas del río antes que aceptar la esclavitud, versión diferente a la memoria popular ancestral que habla de la caída forzosa al precipicio fundamentalmente de ancianos, mujeres y niños que se vieron obligados a replegarse a las orillas más remotas y peligrosas ante el fragor de la batalla. Así lo pinta el mural artístico de 1963 valorado como Patrimonio Cultural de Chiapa de Corzo, que se encuentra en la pared frontal de las gradas para subir al segundo nivel de la presidencia municipal, tal como también lo han demostrado diversos estudios históricos (Carlos Martínez Marín, 1973 y Jan de Vos, 1985, entre otros).
Ensayando una mirada desde la cosmovisión ancestral chiapaneca, las montañas más altas con sus peñas son Refugios Sagrados, espacios sublimes dedicados al culto y la oración que facilitan la conexión con las energías del universo, con lo trascendente y lo indeterminado, ya que “los elementos de la naturaleza son expresiones tangibles y concretas de Dios”, según las reflexiones contemporáneas de la Teología Indígena, como las publicadas por el Centro Nacional de Misiones Indígenas (CENAMI, 2010) bajo la autoría del sacerdote zapoteco Eleazar López Hernández.
Sacralidad de la naturaleza reconocida en la Encíclica Laudato Sí. El cuidado de la casa común, del Papa Francisco y en el Sínodo para la Amazonía -en 2019, Ciudad del Vaticano, Roma- como aportaciones llenas de futuro hacia nuevas espiritualidades dentro de las enseñanzas de la iglesia católica universal.
Por su parte, en el libro sagrado de los Mayas –El Popol Vuh, representativo de la visión Mesoamericana del mundo, de la que participan los Indios Chiapa-, los gemelos héroes fundadores Junapú e Ixbalanké se elevan al cielo para convertirse en el Sol y la Luna después de su último sacrificio y aparente derrota. Estructura mítica que puede ser aplicada a los caídos del Cañón del Sumidero, que adquieren nueva vida en la Leyenda y en la utopía de un tiempo nuevo por venir que le da sentido heroico al sacrificio, sumado al cíclico volver a nacer en las luchas de su pueblo.
Creencia popular que es transmitida de generación en generación, según lo consignan diversos autores, entre otros, los cronistas locales clásicos de mediados del siglo XX y principios del XXI Heber Matus Escarpulli, Mario Aguilar Penagos y Alberto Vargas Domínguez.
Ellos también informan que los Guardianes de las sabidurías ancestrales celebraban en la Ceiba o Pochota de la Gran Plaza de armas –donde fue quemado vivo en una hamaca el líder guerrero Sanguieme, en 1528-, reconociendo que ahí viven en espíritu los héroes de las rebeliones y la resistencia a la dominación extranjera y que reaparecen cada vez que son convocados en los momentos de peligro para los suyos, que mientras tanto reposan cuidados por Duendes y otros seres espirituales del Inframundo Mesoamericano.
Quizás por ello, el pintor contemporáneo Maya Tojolabal Juan Chawk así lo interpreta en uno de sus murales monumentales en el Hotel de Arte Axkán (Aquí y Ahora, en Náhuatl) de Tuxtla Gutiérrez, haciendo coincidir a dichos héroes antiguos con los pueblos del movimiento Neo-zapatista surgidos a la luz pública en 1994, del Chiapas indígena y popular siempre rebelde.
Jesús Manuel Hidalgo Pérez, miembro del Grupo Cultural Nueva Jobel
y del Grupo de Trabajo “Fronteras, Regionalización y Globalización” del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Chiapa de Corzo, Chiapas; febrero del 2023