Bartola Méndez Mijangos y Jesús Manuel Hidalgo Pérez / F&S
Millones de años después que se formó la cordillera del sur con sus peñas, hace cien mil años se originó el Valle de Jobel con el hundimiento de 22 hectáreas del suelo, Territorio Sagrado que sufrió desde entonces diversas modificaciones ocasionadas por los sismos y otros fenómenos naturales, dentro de los que destacan la erupción de los volcanes Huitepec y Zontevits, que al lanzar piedras, tierra y materia incandescente formaron los cerros, montículos y desniveles del valle. Así contamos con los cerros de Ecatepec, Las Calaveras, San Cristobalito, Guadalupe, Santa Cruz y El Gato, entre otros.
Las aguas subterráneas que dejaron dichas erupciones, brotan a la superficie en decenas de vertientes, como la que probablemente conecta La Laguna Suyúl en la Comunidad tsotsil de La Candelaria, con El Arcotete y el punto más exacto donde nace el río Fogótico, que atraviesa la franja sur del valle de San Cristóbal. Precisamente en este sitio prehistórico se han encontrado vestigios de humanos de hace más de diez mil años –lo mismo que en Corral de Piedra y en el Huitepec-, ancestros nuestros que se dedicaban a la recolección de frutas, la pesca y la caza de animales de ese entonces -como los Mamuts en los humedales con sus magníficos pastos-, según el arqueólogo Tomás Lee en el libro San Cristóbal de Las Casas y sus alrededores, publicado en 1978 con motivo de los 450 años de la fundación de la ciudad. Mientras tanto, las mujeres inventaban la agricultura, que al descubrir el sistema calabaza-chile-frijol y maíz –pocos miles de años más tarde-, pudieron establecerse por períodos de tiempo más prolongados, avanzando la alta civilización y cultura que nos heredaron.
Por ello, la hondonada fértil de la micro-cuenca del río Fogótico -entre la Montaña Sagrada de Santa Cruz, el cerro del Gato y el cerro de Guadalupe, entre otros- es un sitio de especial importancia para estudiar la historia milenaria del valle, lugar donde extraen la piedra de Vax que utilizan para retener el calor de los comales que elaboran algunas mujeres hasta la fecha, como un oficio tradicional de la ciudad.
Quizás por esos antecedentes, en el Cerro del Gato iban a construir el templo de San Diego, según lo reporta monseñor Eduardo Flores Ruiz en su Libro de Oro de San Cristóbal de Las Casas, lo que permite suponer que las autoridades civiles y religiosas del siglo XVI estaban respetando en cierta forma la distribución antigua de las tierras comunales del Aguaje, Corral de Piedra y La Albarrada, aunque en el siglo XVII el centro religioso y social del barrio de San Diego quedó finalmente donde lo conocemos hoy.
Porque hace falta mucha investigación y divulgación del conocimiento de una Geografía Vivencial, con sus territorios llenos de significados, importa decir ahora que la Comunidad de La Candelaria –a escasos kilómetros al oriente de la ciudad- y el barrio de La Candelaria –a tres cuadras del Puente de La Almolonga- son ejemplos de la fusión de sabidurías ancestrales milenarias con las creencias que llegaron con el catolicismo hace cinco siglos, dando por resultado espiritualidades, fervor y devoción que hunden sus raíces profundas más allá de lo que alcanzamos a ver durante la celebración de su fiesta patronal.
Por nuestra parte, en el Barrio de La Candelaria puede ser apreciada una pequeña muestra de esas historias antiguas, con ilustraciones y textos breves que nos ayuden a dialogar y apreciar mejor nuestras identidades y culturas indígenas y populares. Continuará a la vista del público en el atrio de la Iglesia de la calle Leñadores y en seguida pasará a otros espacios, conforme lo iremos informando. Invitamos a que pasen a ver, opinar y platicar lo que cada uno sabe de Nuestro Territorio Sagrado y d nuestros antepasados más inmediatos, como ejercicio para fortalecer nuestros tejidos sociales, dentro de una Cultura de Paz, que tanto necesitamos.
FRATERNALMENTE:
Por el Grupo Cultural Nueva Jobel: Bartola Méndez Mijangos y Jesús Manuel Hidalgo Pérez
San Cristóbal L. C. Chis.; 6 de