Susana Solís Esquinca /F&S
La frontera sur de México tiene una extensión total de mil 149 kilómetros, 956 corresponden a Guatemala y 193 con Belice. Es una zona limítrofe porosa debido a las montañas, ríos y caminos intrincados que comparten los tres territorios, por ello su vigilancia es humanamente imposible.
Desde hace más de cuatro décadas, se sabe que la Mesilla, Guatemala -que colinda con Ciiudad Cuauhtémoc, Chiapas, México, es una zona donde viven o se refugian los grupos criminales que se dedican al tráfico de seres humanos, droga o armas. De hecho, el 10 de junio de 1993 fue justamente detenido ahí Joaquín El Chapo” Guzmán Loera tras aquel enfrentamiento donde murió el Cardenal Posadas.
Según información de aquel tiempo del medio “Prensa Libre” de Guatemala, refiere que Guzmán Loera “ya era el principal distribuidor de cocaína en el sector geográfico que abarca de Panamá a la zona fronteriza de Tijuana. Su residencia particular, un lujoso palacete, estaba ubicado en Cuauhtémoc, población cercana a la Mesilla, Huehuetenango. Viajó a Chiapas en taxi, luego de participar en una balacera, el 24 de mayo de ese año, en el aeropuerto de Guadalajara, en la que habría sido emboscado infructuosamente por los hermanos Arellano Félix”.
La guarida de los traficantes de humanos
En los años 90, junto con otros compañeros, hicimos un reportaje en la Mesilla donde obtuvimos vía cámara escondida, testimonios de las formas y costos para transportar ilegalmente migrantes. El pollero no se percató de la filmación y dio pormenores de su “trabajo”. Grabamos también a un oficial del Instituto Nacional de Migración entrar a la casa del traficante y salir con un sobre amarillo tamaño carta. El pollero vivía a la orilla de la carretera que conecta con la frontera con Chiapas, a dos cuadras estaba la Policía Nacional guatemalteca, es decir, lo que observamos fue la naturalización de la criminalidad. De la misma manera se podía adquirir un arma porque no está prohibida su venta, por ello no fue casual que el Chapo buscara huir por el sur de México.
Lo ocurrido el fin de semana, donde policías Pakales ingresaron a Guatemala a unos cuantos metros de la línea divisoria y se dio un enfrentamiento entre criminales y fuerzas policiacas chiapanecas no es justificable, pero si evidencia que la corrupción en aquel país está peor que en el nuestro, cuando se observa que la misma policía de Huehuetenango protege a los delincuentes, a pesar de todos los discursos que funcionarios del vecino país han pronunciado.
Nunca se acabará con los cárteles de la droga, en este caso el de Chiapas-Guatemala si ese país no colabora decididamente, por ello el reclamo del gobernador Eduardo Ramírez Aguilar, quien dejó muy claro lo que acontece en esta región -que dicho sea de paso-conoce muy bien: “Sobre los hechos lamentables ocurridos en la línea divisoria con la hermana República de Guatemala, es muy delicado que autoridades encargadas de velar por la seguridad de sus conciudadanos participen en estos actos. No es cosa menor estar coludidos, pero lo que es peor es estar al servicio de la delincuencia. Esperamos que nuestra hermana República de Guatemala actúe con legalidad y responsabilidad con los elementos de sus corporaciones”.
Ahora bien, todo indica que esto derivó en una persecución que inició en territorio chiapaneco donde integrantes del crimen organizado utilizaron hasta granadas contra el grupo Pakal y la movilización les llevó hasta la zona limítrofe.
No hay que olvidar que algo muy semejante ocurrió en los 80 pero a la inversa, cuando el ejército guatemalteco entró justamente a Chiapas persiguiendo a indígenas de ese país que huían de la estrategia de “Tierra Arrasada” que ejecutó en ese entonces el presidente y general Efraín Ríos Montt; en ese momento se tuvo que desplazar al Ejército Mexicano para impedir que el de Guatemala siguiera avanzando. Todo ello devino en lo que fue tema por décadas sobre los refugiados guatemaltecos. Aunque ésta es otra historia.

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